sábado, 22 de noviembre de 2008

Dientes de Vampiro

Le costaba concentrarse en la cantidad de eventos que se sucedían rápidamente ante sus ojos. Le impresionaba la cantidad de diferencias personales que presentan las personas. Miraba desesperado de un lado para otro con la esperanza de no perderse ningún detalle, cada uno de los movimientos de aquellos desconocidos eran absorbidos vorazmente por su percepción fragmentada por la ansiedad. No entendía como lo hacían las personas para mantenerse sentadas en sus respectivos asientos con manifiesta calma y casi completa despreocupación de sus semejantes circundantes. Si no fuera por mínimos movimientos de sus ojos que parecían posarse de vez en cuando en uno que otro objeto, le parecía ser el único ser humano preocupado por el ambiente en el que se encontraban imbuidos. No era más que un afán personal, una forma de matar el tiempo.

Lo primero que cautivó sus ojos fue una señora de mediana edad que regañaba a su pequeño hijo por no quedarse tranquilo. Se encontraba en aquella no tan agradable edad para los padres en que todo les llama la atención, y haciendo uso de su recientemente adquirido lenguaje no pierde la oportunidad de hacer notar su curiosidad.
- Mamá... –pregunta sin disimulo aquel pequeño e inquisitivo ser- ¿porqué ese señor tiene la guata tan grande?
Hace un ademán de indicar al no tan delgado hombre sentado no lo suficientemente lejos como para que su no muy conciente interrogación le pasara desapercibida al hombre en cuestión.
- Silencio hijo –responde la madre secamente- esas cosas no se dicen en voz alta.
Con esfuerzo logré disimular una risa que aspiraba escapar de mi boca temiendo enfadar, aún más, a un no tan complacido pasajero con la característica que se le atribuía. Aquel hombre de baja estatura y prominente panza, cuya contextura no dejaba entrever duda alguna en torno al porqué del cuestionamiento del niño, no pudo más que dirigir una mirada de desprecio al sonriente crío, que al percatarse de que sus palabras no habían sido del todo del gusto del objeto de su curiosidad, decidió guardar silencio y mantenerse, afortunadamente para la madre, unos minutos tranquilo. Pensaba en mi infancia, en cómo habría sido en aquellos años, cuántas vergüenzas habré hecho padecer a mi madre. Luego reflexioné, y me pareció cómico imaginarme preguntando el porqué de quizás que sarta de cuestiones. Pobres madres, sin duda.
De mi asiento tenía una vista privilegiada, podía ver, prácticamente, a todas las personas a bordo. El niño seguía haciendo preguntas, ¿a dónde vamos, qué me va hacer el doctor, me va a doler?, a lo cuál la madre respondía de manera casi automática, no sin un dejo de notoria irritación. El gordo hombre, que tanta impresión causaba en el pequeño, se preocupaba ahora de sus propios negocios, husmeando en algunos papeles que leía con dedicación, aislado del mundo. Me pregunté si aquel hombre tendría hijos, y de tenerlos que clase de padre podría ser. Llegué a la conclusión de que probablemente sería de aquellos autoritarios y frívolos. Miré luego al niño que se entretenía ahora haciéndoles señas a los transeúntes, que más se esforzaban en ignorarlo que en devolverle sus efusivos saludos. Aburrido ya de sus fallidos intentos, optó mejor por enfocar sus esfuerzos en un lugar seguro:
- Mamá –dice buscando la atención de una somnolienta madre- ¿estás durmiendo?
- No hijo –dice apenas prestando atención a la pregunta sin abrir los ojos.
- Entonces, ¿por qué tienes los ojos cerrados?
- Porque estoy descansando, ahora silencio, o sino –dice bajando el tono de la voz y apuntando al espacioso hombre- vas a hacer que el señor se enoje y cuando se enoja le salen dientes de vampiro y te va a venir a comer. Así que mantente tranquilo.
Ante lo cual, el pequeño mira espantado y guarda silencio nuevamente. Me dirige una mirada rápida y me saca la lengua.
Me di cuenta que llevaba largo rato observando a la pareja. Después de un rato caí en la cuenta, aquella pareja me hacía recordar mi propia infancia. Mi madre tenía la mala manía de emplear todo tipo de viles artilugios con el fin de mantenerme quieto y obediente. Aquellos años de infancia los crecí rodeado de un sinnúmero de peligros ficticios suministrados por mi madre, desde vampiros, ogros, el viejo del saco, y quizás cuantos otros que no vienen al caso nombrar. Al parecer había olvidado la cantidad de sustos que me hizo pasar, es impresionante la manera en que nuestra mente erige nuevos recuerdos sobre los viejos. La manera en que nuestros recuerdos se atrofian y distorsionan, pero manteniéndose estáticos en algún recodo de nuestra mente esperando el momento oportuno para su aparición.
- Mamá, tengo hambre…
- No tengo nada para comer, vas a tener que esperar.
No muy complacido, nuestro evocatorio amigo comienza a insistir molestamente a modo de protesta.
- ¡Cómprame algo! –grita llamando la atención de todas las personas a bordo.
- ¿Y dónde quieres que lo compre? –interroga la madre a su vez con notoria irritación- Te esperas y punto –bajando luego la voz agrega- y si no quieres que ese señor –indicándome a mí- te muestre sus colmillos de vampiro, mejor te quedas callado.
El pequeño sinvergüenza me dirigió una rápida mirada temerosa antes de quedarse callado. Recordé entonces, que por las no tan casualidades de la vida (después de todo mañana era halloween), que llevaba conmigo uno de aquellos dientes de vampiro plásticos de regalo para mi pequeño hermano, quién a diferencia de mí, no había sido inducido a temer a aquellos seres. No lo pensé dos veces, y en cuanto mi asustado compañero estuvo nuevamente distraído ya sea reanudando su eterno cuestionamiento, o ya sea, mirando por la ventana, maravillándose del bello mundo que sus inocentes ojos asumían ver, saqué de mi bolso el pequeño artilugio y lo coloqué rápidamente entre mis dientes. Ahora, sólo me era preciso esperar el momento adecuado.
De verme mi madre en aquellos momentos, sin duda se hubiera reído. El asustado pasando a ser asustador –pensé- quizás nunca nos libramos del todo de aquellos pequeños fantasmas de nuestra infancia. El hecho, no podía negarlo, me resultaba un tanto placentero.
- Mamá, ¿realmente existen los vampiros?
- No hijo –responde la madre temiendo llegar demasiado lejos con sus amenazas-
Sintiéndose en suficiente confianza, ignorante de mi artificioso plan, me mira y me vuelve a sacar la lengua. Yo a su vez, lo miro y le sonrío dejando entrever mi postiza dentadura. Creo nunca haber tenido la oportunidad de ver un rostro cambiar de expresión de manera tan rápida y hacia polos tan opuestos. La confiada y burlona mirada dio paso a una genuina expresión de terror.
- ¡Mamá, los vampiros si existen!
- ¿Hasta cuando me lo vas a preguntar? Acabo de decirte que no.
- Pero… -diciéndole con notorio miedo al oído- ese señor tiene dientes de vampiro…
- Ya, ponte de pie mejor que nos bajamos en la próxima parada.
- ¡Pero mamá!, ¿Por qué no me crees? En verdad él tiene dientes de vampiro, ¡me va a comer!
- ¡¿Hasta cuando sigues con eso?!
- Pero…
- Ven, aquí nos bajamos…
Los veo bajarse de la micro. El pequeño me vuelve a dirigir una mirada aterrada antes de desaparecer entre el tumulto. Puede que sea un halloween que no olvidará.

3 comentarios:

la camila dijo...

Ahora cada vez que vea dientes de vampiro me acordaré de esto jajaja
Me encantó, nunca te había leído y quedé muy impresionada, la embarro.

Cuídate, nos vemos por ahí.

Pedro González dijo...

Hola Cristobal. Seguí tu idea y aquí estoy no para hablar de textos que por cierto he leído no todos pero me doy su tiempo cuando no me siento agotado y ocupado en asuntos no demasiado importantes como siempre, en fin. Escuché tu disco. En general está muy bien hecho para haberlo realizado una sola persona cosa jamás imposible. Hay unos temas que me gustaron mucho partiendo por la presentación. Notable! Una galería de influencias pasaron por mi memoria mientras lo oía bastante amplia partiendo por el jazz y esas bandas de rock de los setentas algunas alemanas y otras inglesas y porsupuesto las norteamericanas de los ochentas. Pensé en Klaus Schulze, Ash-ra tempel, Cluster, Heenry Cow etc.El tema n.9 mientras lo escuchaba con mi hijo mayor que también es músico pero amateur coincidió conmigo en que había un guiño a la música de presentación de los archivos X ¿nos equivocamos? pues lo evoca.El que no tenga voz lo hace muchísimo más ameno ya que se necesitaría una brillante coloratura que es más difícil encontrarla en hombres que en mujeres. La voz nacional femenina es muy amplia y mejor desarrollada que la masculina. Nombrenme una sola voz masculina decente: puro grito y pollos ahorcados. En fin, para cerrar este breve comentario debo señalar que el track n.14 me flipó como dicen los castellanos. Es un solo de piano muy bello y de exelentemente factura.


Esperando su visita a mi nueblo blog le saludo y espero
Atte
*P

Pedro González dijo...

Fe de errata

Dice: exelentemente factura
Debe decir: Exelente factura

PERO LA PIFIA YA ESTÁ Y LA GRAMÁTICA HIZO ACTO DE AUSENCIA PERO SE ENTIENDE, TÓMALO COMO UN ACTO DE CORRIENTE...