viernes, 28 de octubre de 2011

Parmuria

A veces las merperias gervolean por las serturias, mientras jiscovanos los lertrepos se orguscan firtoleados. Hay veces que ritronan, sorlean, o incluso ormiñan a la vida con su parmuria. La parmuria es un estado entre mermoso y lítrico, fermal y kistrón, a ratos afildario, a ratos gontrisco. Las almudrias a las merperias inverdan, porque los lertrepos ya no quieren ritronar. Nunca más remanerán las almudrias. Ni nunca más con parmuria sorlearán los lertrepos.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Lindero

En el lindero de la desesperación, no hay tristeza, ni alegría, sino apatía, una muerte esperada, casi deseada. Es una célula cuyo entorno es destrucción. Su propia vida un misterio encarnado en sílabas. Pero la vastedad de la muerte hace que su pequeñez efímera, su grito inocuo, se mire a sí misma y se refleje en mil espejos confrontados y silenciados. Ya no se eleva juicio alguno, la creación misma deshace su camino volviéndole la espalda a todo sueño. Las noches se elaboran a la inversa, las pesadillas de la niñez vueltas realidad simbólica le dejan al sueño meras imágenes copiadas de tiempos vacíos. La espera se vuelve hacia afuera una garra cuya única finalidad es la de colmar el espacio interno con la memoria de la vida.

sábado, 2 de abril de 2011

Sueños en tensión

Sueños permanentes, sueños diurnos, constantes y translúcidos. Apariciones de una mujer en la esporádica dimensión de su propio tiempo. Relación fragmentada, pedazos que vibran por juntarse en un sólo golpe, en un movimiento perfecto y continuo. El tiempo se ha condensado y se ha desperdigado sobre un espacio que antaño pareció fantasmal. Las preguntas que surgen no son más que una gran duda que posibilita el movimiento, sólo la destrucción puede hacerla nacer, colisionar. Átomos de su propia estructura, tensión soñada, tensión vivida... Unidad Fundamental.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Breve Idea de Locura Social

La locura es algo curioso, es algo que, imputable a unos pocos, todos se creen merecedores de poseer, y más aún se jactan de ello como índice de individualidad. Cuantas veces he escuchado decir a las personas que se consideran a sí mismas locas, o bien que consideran a este o a este otro como loco, siendo que si uno se pone a recopilar los dichos caemos en la cuenta de que finalmente nadie se salva de la denominación, a no ser de unos pocos (des)afortunados, que curiosamente caen dentro de una norma esperada. O al menos eso pareciera hasta que terminan o pegándose un tiro o abrumadas por una neurosis exacerbada que más bien intenta cubrir otros problemas subyacentes. Pero esa locura autoprofesada, esa denominación de locura ES la norma. Es el grito desesperado por legitimar su persona como distinta. Es lo exótico, lo no-dicho, lo validado y repudiado socialmente, lo permitido mediante el silencio. Como los fetiches, como la “broma” analógica, como la risa ante la desgracia, etc. Parecieran disímiles, pero tienen esa cuota de acercarse mediante la lejanía de su objeto y la manera en que satisface algún deseo. Es decir, el fetiche es aquello que mediante un objeto poco común satisface un deseo cuyo objeto común es otro, la broma “analógica” acerca mediante un acto de palabra 2 cosas en apariencia disímiles ante un objetivo común de manera de saldar su distancia y poner de manifiesta realidad “fáctica” y realidad “subjetiva”, la risa ante la desgracia junta los contrarios manifestando un “ese que está ahí no soy yo”. Y todos ellos, unos más que otros, son miradas con cierto recelo, porque dan cuenta de maneras “extrañas” (locas) de enfrentar situaciones que se alejan de la norma.

“Es la marca de una nueva experiencia del lenguaje y de las cosas. En los márgenes de un saber que separa los seres, los signos y las similitudes, y como para limitar su poder, el loco asegura la función del homosemantismo: junta todos los signos y los llena de una semejanza que no para de proliferar”. (Foucault, Las palabras y las cosas, Ed. Siglo XXI, pág. 56)

El loco, el loco de verdad, no logra hacer la distinción entre los objetos, no está sujeto al “acto de unir” semántico, pues su acción lo presupone, su acto es una y todas las cosas a la vez. Es una constante analogía, en la que las distancias están quebradas. Es el psicótico que no encuentra cabida en la manera de utilizar el lenguaje que todos conocemos. No cumpliría el requisito presentado por Saussure en que las palabras se individualizan por diferenciación, pues esta no existe realmente, o existe de manera tan vaga que es difícil comprender el límite. Su discurso incomoda, saca de quicio y complica su comprensión o la imposibilita. Entiende de manera diferente y no se adhiere a la norma porque no encuentra cabida en su discurso.

El “loco” social, es aquel que muestra algo de sí mismo, sin más. Es, por paradójico que suene, una condición necesaria para la normalidad. Aquel que se considera loco entiende con ello que ejerce ciertos actos repudiables o extraños a la sociedad, pero suscritos a ella y validados en ciertas esferas. Es, finalmente, la comprensión pragmática, la manera en que se tejen las consecuencias dentro del macro discurso de lo social.

sábado, 9 de enero de 2010

BANG

¿Cuál es el apuro? Detesto ese vaivén inconcluso que pareciera detenerse a ratos. Una ilusión. ¿Cuál? Acaso voy de cabeza, por encima, al contrario de ti, con las manillas girando – ¡si es que!- en sentido inverso, de derecha a izquierda. Siguiendo el ciclo de mala manera, desperdiciándote, sólo y sólo por algo aún más y eternamente inconcluso. Por un tiempo que no se completa, que nunca se llena ni se termina. Aunque llegara al fin de los tiempos, no puedo más que concebirme atravesado por él, completamente aplastado por él. Un eterno presente es un eterno futuro, a menos que me quitaran mi razón, éstas palabras malditas que apenas logro articular, junto a tiros, como quien pesca el más grande pez pensado, jalando y soltando, jalando y soltando. ¿Y si Nietzsche tenía razón? Estaría condenado a vivir este infierno temporal por la eternidad, por ahora, antes y siempre. Y ésta no es ni será la primera ni la última. ES, con mayúsculas. El ser sería ello, un absurdo. La respuesta por el ser seria venir y girar. Como Alicia y los animales intentando secarse. La carrera ha comenzado. Todos compiten, pero todos corremos en círculos. ¿Quién es el ganador? ¿La religión? Ellos corren como jodidos histéricos buscando una aprobación especular. “!Soy yo! Hago las cosas bien, ¿me merezco algo mejor? Ahora tiene sentido, ¡vamos ganando! ¡Todos ganamos!” Todo está ahí, en ese condenado libro, es cosa de saber leerlo, puede ser la biblia de nuestros tiempos. Quizás en un par de miles de años ya a nadie le va a importar si ella existió o no. Lewis Carroll, el profeta. Vamos… Nostradamus es la sombra. Post hoc, ergo ante hoc. Hermetismo puro. Quizás yo sea Hermes. Y no hay diferencia con el eterno retorno. ¿Post-modernismo? Ven, vamos a de(con)struir el tiempo, la vida misma. Lo dado, lo por darse. Todo amigo, como una jodida caja de pandora. ¿Del bien? Eso es y nada más. La creación, el génesis. Es todo tan claro. Tomaré mis pantuflas, surcaré los 20 saurios, un velocirraptor y un cronómetro. Verás, nunca lo habrás pasado tan bien. No te lo puedes perder.

¡BANG!

miércoles, 28 de octubre de 2009

Cartas virtuales

Las cartas parecen ser algo del pasado, lo más cercano a ellas que tenemos hoy en día es el mail. Que aunque bien guardan cierta distancia insolventable, ciertas características, como la estructura, su función (al menos en los casos en los que simula el de la carta), el vacío temporal y sobre todo: la espera; guardan una estrecha relación. El msn es algo extraño, desde el surgimiento de este extraño mundo de la comunicación online instantánea, desde aquellos viejos años en los que uno usaba ICQ o algo similar, las cosas han cambiado bastante, siendo tan absurdo en su principio que uno se conectaba exclusivamente para chatear con alguien a quien acaba de ver y con quién sería infinitamente más fácil hablar por teléfono.

Y de aquí (quizás con un poco de nostalgia romántica) a la clásica conclusión cliché de la pérdida de la comunicación real, de la omisión de la persona como un sí mismo, y curiosamente, como la negación del principio de identidad. Desde la creación de lo virtual (paradójicamente), como algo real, A puede ser B. Se puede ser desde un elfo, a un enano, un pervertido, o bien, un cura (aunque no sea necesariamente contradictorio), africano-chileno-tahitiano ¡simultáneamente! Puedo ser millonario, tener el pelo azul, 20 pololas y el mejor sexo imaginado. Vivir al lado de la mansión playboy y ser Noam Chomsky escribiendo artículos para la revista. A es B y C y D y E y Z; es todo lo imaginable. Y Peirce nunca tendría más razón al afirmar que no somos más que lenguaje. Una coherencia textual nuestra legitimación y una serie de datos enciclopédicos nuestros amigos o enemigos, dependiendo de la competencia de nuestro interlocutor. Nos convertimos en una cultura cobarde, maestra del disfraz, mitómanos en potencia por costumbre, por hábitos sociales. Sólo en un mundo así suceden cosas como que koala69@yingo.com se jotea descaradamente a ponciomaster@barrientos.com mientras que en una realidad paralela que solíamos llamas realidad se tira a una persona con un nombre bastante curioso: Sofía. Sea como sea, no tengo la menor idea si antes era peor o mejor, o meramente distinto sin comparación posible, sin caer en un típico romanticismo por un pasado virtual. Las cosas son, yo las critico, emito juicios, muecas de desagrado y me inserto como quiero ante lo que se conoce ( ¿o no?). Luego llega la noche y la crítica se vuelve egocéntrica, cuando aquel mundo virtual ya no tiene nada sobre lo que cual remitir. Y reímos desquiciádamente, para no irnos al manicomio de la vida.

domingo, 25 de octubre de 2009

No-presencia

Hay caminos que parecieran nunca cruzarse, se ven a lo lejos, se observan, incluso pueden llegar a conocerse bastante bien, pero el cruze final se mantendría suspendido por un tiempo indefinido parecido a la eternidad. ¿Pero que quiere decir exactamente esto? Una realidad tangible. Positivismo puro. La negación de la experiencia de la fantasía. Lo real o lo fantaseado. Como cuando leemos, extasiados, no sólo conociendo, sino que (cuasi) vivenciando lo que en ello se narra. La magia reside en la mano del escritor. Su semblante se mide en lo subjetivo: "Evocaste lo esperado o no". Lo demás es parte de una bohemia clásica. Insufrible. Lo expresado, aunque expresado, es inefable, porque es un artificio, es el artilugio cósmico de decir lo otro, lo no-expresado. Lo demás es palabrería, es el saber que sabes y de jactarte de ello. Una neurosis absurda.

Yo conozco, yo he vivido, he sentido. Eso es lo importante. Un libro es como una fuente de maná, de energía, que al transmitirse a una células inhertes causen movimiento: Alegría, dolor, lástima, lo que sea, lo que se imagine. La palabra. Es la capacidad de evocar la no-presencia.