jueves, 5 de febrero de 2009

Cada noche es mi amante

Hay formas que se confunden con ruidos y ruidos que se camuflan entre la materia, entre los árboles prodigiosos y el ronronear de motores enfurecidos. Son sombras y vestigios de cadáveres vivientes, presos de una soledad esquivada, olvidada por el clamor eufórico de una ciudad despierta a un sueño que se niega acabar. Correr, gritar, gemir con orgullo pueril, aferrarse al goce efímero de una noche eléctrica. Fluidos, humo, tierra y escombros roídos por un tiempo estático. Reyes pocos, infinitos bufones de la corte indigna del glorioso asfalto. Reflejos tornasoles de pastillas untadas en sudor extasiado. Bailes absurdos de insectos racionales, revoloteando, siempre revoloteando y riendo y desafiando la ley de la gravedad y la premisa inerte de la estocástica. Hay noches y luces, lunas prostitutas y amantes empedernidos en hacer el amor bajo la madre tierra, amparados bajo el sudor y el semen martirizador.

Mi amante. Cada noche es mi amante. Cada noche es el mutuo arreglo por acabar sin siquiera haber empezado.