miércoles, 28 de octubre de 2009

Cartas virtuales

Las cartas parecen ser algo del pasado, lo más cercano a ellas que tenemos hoy en día es el mail. Que aunque bien guardan cierta distancia insolventable, ciertas características, como la estructura, su función (al menos en los casos en los que simula el de la carta), el vacío temporal y sobre todo: la espera; guardan una estrecha relación. El msn es algo extraño, desde el surgimiento de este extraño mundo de la comunicación online instantánea, desde aquellos viejos años en los que uno usaba ICQ o algo similar, las cosas han cambiado bastante, siendo tan absurdo en su principio que uno se conectaba exclusivamente para chatear con alguien a quien acaba de ver y con quién sería infinitamente más fácil hablar por teléfono.

Y de aquí (quizás con un poco de nostalgia romántica) a la clásica conclusión cliché de la pérdida de la comunicación real, de la omisión de la persona como un sí mismo, y curiosamente, como la negación del principio de identidad. Desde la creación de lo virtual (paradójicamente), como algo real, A puede ser B. Se puede ser desde un elfo, a un enano, un pervertido, o bien, un cura (aunque no sea necesariamente contradictorio), africano-chileno-tahitiano ¡simultáneamente! Puedo ser millonario, tener el pelo azul, 20 pololas y el mejor sexo imaginado. Vivir al lado de la mansión playboy y ser Noam Chomsky escribiendo artículos para la revista. A es B y C y D y E y Z; es todo lo imaginable. Y Peirce nunca tendría más razón al afirmar que no somos más que lenguaje. Una coherencia textual nuestra legitimación y una serie de datos enciclopédicos nuestros amigos o enemigos, dependiendo de la competencia de nuestro interlocutor. Nos convertimos en una cultura cobarde, maestra del disfraz, mitómanos en potencia por costumbre, por hábitos sociales. Sólo en un mundo así suceden cosas como que koala69@yingo.com se jotea descaradamente a ponciomaster@barrientos.com mientras que en una realidad paralela que solíamos llamas realidad se tira a una persona con un nombre bastante curioso: Sofía. Sea como sea, no tengo la menor idea si antes era peor o mejor, o meramente distinto sin comparación posible, sin caer en un típico romanticismo por un pasado virtual. Las cosas son, yo las critico, emito juicios, muecas de desagrado y me inserto como quiero ante lo que se conoce ( ¿o no?). Luego llega la noche y la crítica se vuelve egocéntrica, cuando aquel mundo virtual ya no tiene nada sobre lo que cual remitir. Y reímos desquiciádamente, para no irnos al manicomio de la vida.

domingo, 25 de octubre de 2009

No-presencia

Hay caminos que parecieran nunca cruzarse, se ven a lo lejos, se observan, incluso pueden llegar a conocerse bastante bien, pero el cruze final se mantendría suspendido por un tiempo indefinido parecido a la eternidad. ¿Pero que quiere decir exactamente esto? Una realidad tangible. Positivismo puro. La negación de la experiencia de la fantasía. Lo real o lo fantaseado. Como cuando leemos, extasiados, no sólo conociendo, sino que (cuasi) vivenciando lo que en ello se narra. La magia reside en la mano del escritor. Su semblante se mide en lo subjetivo: "Evocaste lo esperado o no". Lo demás es parte de una bohemia clásica. Insufrible. Lo expresado, aunque expresado, es inefable, porque es un artificio, es el artilugio cósmico de decir lo otro, lo no-expresado. Lo demás es palabrería, es el saber que sabes y de jactarte de ello. Una neurosis absurda.

Yo conozco, yo he vivido, he sentido. Eso es lo importante. Un libro es como una fuente de maná, de energía, que al transmitirse a una células inhertes causen movimiento: Alegría, dolor, lástima, lo que sea, lo que se imagine. La palabra. Es la capacidad de evocar la no-presencia.